poemas de nuestos autores

POEMAS DE JOSÉ ANTONIO AMAYA MARTÍNEZ




No cuelgues

Cuando llamas
suenan navidades,
se llena de esplendor
la sombra adormilada en el sendero…
se acerca a pasos de cometa
el paraíso del recuerdo
y tridimensiona tu figura…
te escucho y revolotean
reproches, suplicas,
lamentos, alegrías…
En cada sonajero
Se agiganta el alma,
fluyen serpentinas de colores…
cuelgas y se destruye el campanario…
y desaparecen los luceros…
¡Vuelve y marca!

 

Contemplación

 

Resplandece tu rostro
y tu cuerpo se extasía
ante el primer abrazo del mar;
tu mirada de ensueño
y tus trenzas de azabache
con chaquiras de colores
brillan con el sol…
y yo a tu lado
con embeleso contemplo
el embrujo de tu ser
y la magia del color
que en el agua se refleja
y cual la fuerte roca
soporto el oleaje incontenible
que despides y conduces
al océano inmenso
de mi alma enmudecida.

 

Esta noche

 

Llegarás mas temprano esta noche
en que se derramarán mas vinos
que otras noches,
ya no tendrás la agonía
de tu partida
aunque te asalte
el rayo mañanero…
Es la noche del torero
y su estocada gana aplausos
recorriendo el ruedo
en los hombros
del delirio embravecido…

 

El perdón

De niño guardé con agrado,
un mechoncito de rubio cabello,
que una noche robé con cuidado,
a una niña de porte muy bello.

Era un hada de verdes ojitos,
de mi alma sublime candor,
mis sueños los ocupaba toditos,
fue ella mi platónico amor.

Muchas veces en las gélidas tardes,
de aquel pueblo con tantos recuerdos,
al paso del viento con sonoros acordes,
contemplé silencioso tan suaves cabellos.

Ya deshojados inolvidables momentos
y desaparecidos los hilos dorados,
en el alma añoré lo pasado,
de mi infancia sus dulces tormentos.

En el ocaso, lo que hace el destino,
la encontré de luz y alegría rebosante,
atónita supo que en lejano instante,
yo la había, con ansias, querido.

No le pude devolver lo quitado,
pero en abrazo de amistad y cariño,
me dijo que como eran cosas de niño,
ya las hadas me habían perdonado.

 

El solaz de tu llegada

Las copas languidecen en la mesa
Y el licor se agita con el brillo
De la lámpara encendida.
Envuelve el recinto tu música… mi música…
Palpita todo mi ser,
Es el ansia de tus labios de fuego
Ardorosos como el alma del vino.
Con mis oídos atentos, voy y vengo,
Estoy a la espera de conjugar
Tu néctar candoroso
Con el sorbo plácido
Del añejado vino tinto…
Solo falta el solaz de tu llegada.

Ahora, llegas destellante luciérnaga
Y vibran los violines…
El vino espumea en las copas
Y arden tus labios con los míos.
No recuerdo cuantos sorbos
Nos han entregado el alma
Solo se que tus caricias
Al igual que el espíritu del vino
Nos transportan más allá de la noche…
Y flotamos en espumas
De música y de fuego…
Solo faltaba el solaz de tu llegada.

 

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