poemas de nuestos autores
Poemas de Raúl Sánchez Acosta
Para niños.
CANCIÓN
Soñando estaba.<br>
¡Quién lo creyera!,
bebito azul.
Anoche, tú,
cantante eras;
Tu voz de seda
Era un frufrú
Que se me entraba
Poquito a poco
Al corazón,
Tú, mi razón.
¡Quién lo creyera!,
Mi colibrí,
Si aún no hablas
Como quisiera,
y entraste en mí.
CANCIÓN DE CUNA
Duérmete niño,
porque al tejado,
la luna loca
se ha deslizado.
Duérmete ya,
porque si no,
pronto vendrá
su hermano el sol.
UN BESO SECRETO
El niñito alzado
estará dormido.
Su mamá le ha dado
un beso al oído.
Necesitará
estar en su cuna.
Ya no mirará
viajar a la luna.
Soñará volando
en el cielo azul.
Ya lo cobijaron
con su fino tul.
Busca dos estrellas
que sepan el rezo
que su madre bella
le dio con el beso.
El niñito alzado
se quedó dormido.
Estará viajando
en nubes de lino.
INSOMNE
La luna pasó esta noche
tras una nube escondida.
Una estrella va en su coche,
y la estrella va dormida.
Tú, haz así como la estrella.
Andarías con la luna
escuchando en su voz bella
sus canciones una a una.
¿Mi niño, no te has dormido?
Te imploro: Duérmete, ¿sí?
Esta noche también pido,
me dejes dormir a mí.
Poemas de Raúl Sánchez Acosta
Para todo lector
CAL Y CANTO
El sabor de la palabra
como el áloe se percibe
cuando rompe su cristal:
su amargura es un fasto.
El azúcar que medra detrás de las horas
parece resucitar de entre las mieles del mundo.
Nosotros somos cal y somos canto;
somos amanecer, somos ocaso;
azúcar y áloe.
Se percibe mejor el dulzor
cuando hemos sabido padecer
la plenitud del áloe.
Mirar de cerca el rostro de la muerte
es como estremecer los badajos
que anuncian que la vida es llama,
la tea que yergue sus flamas
en el incendio de todos los días.
La vida es la miel y la hiel,
Es el aire y la roca;
Es el pánico ruego a la muerte, la vida.
LA PRIMERA VEZ FUE EL FINAL
A Tirso Vélez
He aquí el cayado
con aroma a limonar estremecido.
Los versos se dispersan
como huyen en el agua las espumas.
Fúnebre es la cornisa,
El umbral de la primera puerta,
el olor de los primeros pasos,
la primera voz;
tu mínimo semblante funeral
se precipita.
Se antojan los abrazos,
algunos saludos,
y un perfume de flores
empieza a bullir enloquecido.
Es hora de tomar un pincel
para marcar un nombre.
No hablemos de la losa.
Hay un ángel de cemento
que en un sueño
hace retumbar su estentóreo
y clarísimo clarín.
Ha llegado la muerte
que adivino en el color
translúcido de tu pálida piel.
El ocaso llegó en la primera hora,
en el momento de iniciar la caminata.
ALGUIEN CANTA Y SE MARCHA
Una tarde sentí llegar a mí
un hálito de río, de remanso,
de mañana anunciada por los cantos
de los pájaros contra las ventanas.
Mis ojos naufragaban en tu rostro,
mis dedos se entrecruzaban crispados
recordando tu suave cabellera
y escuché tu voz – caminaba solo –
Me quedé soñando en la respuesta;
esa voz tuya no tuvo palabras.
Entonces, volví, lento, la mirada,
para verte, para soñar de cerca;
pero apenas vi un aleteo lejano
que se alzaba, diminuto hasta el cielo.
Una tarde sentí llegar a mí
un hálito de río, de humedad,
recuerdo lúbrico, y la soledad
me hizo verte entre mis ácidas lágrimas.
Yo te sentí llegar y estoy tan solo
que no, no recuerdo tanto silencio
en eso que adentro lleva tu nombre
y a lo que todo el mundo llama el alma.
CANCIÓN DEL ILUSO BOHEMIO
Tómame ahora perdido furibundo.
Aprovecha mi alucinio y dolor.
Mi vida ata a tu mundo, vagabundo.
No estoy ebrio, pero tengo licor.
Reivindica también mi desventura,
arrastra mis harapos a tu cueva
y que me hunda en tu abismo, ya procura.
Que truene denuestos y ofensas llueva.
Siembra abrojos al áspero camino,
hazme fámulo también de tu cohorte,
pero dejar saciar mi sed de vino …
Lo que digan las gentes no te importe.
¿Accediste a mis súplicas, cuatrero?
¿Osarías arrastrar mi sana vida?
¡Oh! Sima baratral, estercolero,
concibe en tu perfidia mi perdida.
Truécame en bohemio que en la sucia acera
un mendrugo de pan cantando pide.
¡Si fácil perderse al desearlo fuera,
no habría quién entre su vicio anide.
Y si has hecho rasgar a las guitarras
a la lumbre lunar en serenatas,
ahora puedes blandir tus cimitarras
y segar mi bondad de papanatas.
Convierte a mis vestidos en harapos,
oblígame a tomar la llena copa,
ensucia de licor mis viejos trapos
y seré beodo de la averna tropa.
Ya presiento un olor de saturnales.
Me llama el son que en la taberna araña
una victrola, un tango y mil corales,
brindando a la embriaguez con la champaña.
Tómame ahora perdido furibundo.
Aprovecha mi alucinio y dolor.
Mi vida ata a tu mundo, vagabundo.
No estoy ebrio, pero tengo licor.
Hazme besar borracho el suelo crudo,
que cante y declame versos de amor,
que ría como jamás mortal llorando pudo,
que viva un delirio de eterno ardor.
Convierte mis vestidos en harapos.
Oblígame a tomar la llena copa.
Que muera de embriaguez entre guiñapos,
dipsómano bogando viento en popa.
¡QUIÉN PUDIERA SER MAR!
¡Quién pudiera se mar,
o un osado viajero
que rompe lasfronteras…
Tomar por bien lo bueno
y en bueno el mal tornar!
Son las diez del domingo.
Sólo quiero viajar.
Ya tengo listo un velero fantasma.
Una vieja maleta es testigo
y aplacan el terror de las borrascas,
las lecturas de libros:
El hidalgo Quijote es consejero,
y es licor para el alma la historia del Viejo y el Mar…
Yo, sólo quiero que tú me acompañes,
Dulce chiquilla, ¿partimos al alba?
¿Cuándo cantostristísimos no empañen
con un parco augurio el viaje por agua?
Acompáñame niña, olvidemos llorar
y vamos a beber en ela caricia
el néctar jugoso del verbo amar.
Vamos a visitar otras naciones,
otros pueblos con otros paisajes…
En una isla de Oriente te compraré ciclones,
crepúsculos en Chipre y en Java nubarrones.
Te compraré si quieres,
un buque lleno de sueños, en Francia.
Y al llegar a Korea,
con una escalera de lúdico hierro,
yo mismo bajaré del alto cielo
un gajo de azules y áureos luceros.
Iremos a buscar cosas perdidas
escribiendo nuestros nombres de espuma
en las crestas violetas de las olas.
No nos importa el tiempo.
El ayer es hoy, el hoy es mañana.
Y en la tierra de Jesús y María
nos vestiremos de viento y de brisa,
y en cada amanecer nos buscaremos el alma.
Besaremos la paz en el eco
de las palabras que pronunció El Maestro.
Sí, y cuando tengas sueño
te arrullaré con un cuento sereno
que compré a la princesa Sheerezada.
Rezaré besos tuyos, rezaré besos míos
y me iré en mi silencio
con los pies en la espuma
a pescar mil luceros cada día en tu alma.
¡Que las olas te arrullen,
que las olas te aduerman!
¡Quién pudiera ser mar!