poemas de nuestos autores
POEMAS DE OSWALDO CARVAJALINO DUQUE
"El poema es una caja
de música que debe construirse
con la mejor precisión
posible. Si al oído del
lector no suena, mala señal.”
Blas Coll
(El viejo tipógrafo
Imaginado por Eugenio Montego)
El Vino en la Copa
¿Que se podrá decir
del vino
si no el relámpago
de su misterioso ímpetu
en el alma rebosada?
Descubrir
su secreto rumor
de lejanías
en el odre
rojo y negro
sangre y fuego
que hiere la memoria.
La copa de labrado cristal
que lo contiene
con destellos de tenue luz
en la brumosa noche
de los tiempos
idos.
Del vino en la copa
queda la feliz añoranza,
la imperiosa gestación
del recuerdo.
Borges
La noche que apenas
empieza, deviene sola
con su luz y sus sombras
recién nacidas.
Alzo la copa
para brindar
por la compañía
de la soledad,
abro un libro
sin carátula
lleno de poemas
y saliendo de sus hojas
viene
Borges
a visitarme.
Brindo pues la copa
¿qué mejor compañía
pudiera acompañarme?
Cuéntame sus bellas
historias de arrabal
y los compadritos
diestros en el amor
y los cuchillos,
que en los sueños crepusculares
del sabio hombre ciego
nos revelan su eterno brillo
de metal.
Al poeta cuéntole
yo también mis historias,
siempre las mismas,
sobre la fría Manizales
vividas en la zona
de tolerancia,
donde las putas avejentadas
bailan el tango y la milonga
con maestría
sin par.
Disfrutamos entonces los dos
la secreta y muda
charla,
sin tiempo,
sin espacio,
sin principio
ni final,
en la mágica noche
de esta noche.
¿Cuándo
dime cuando
volverás a visitarme
Borges?
Cúcuta
Ciudad de la frontera,
ansiada por las ventolas
y la canícula,
donde, llamas verdes
que se apagan,
las ceibas y los almendros
mueren.
Dolorosa la matanza
de sus árboles inmensos
y sus mejores hombres.
La mente asesina
regando cadáveres,
como
si no fuesen ellos,
la semilla de la fuerza
vegetal,
que castigara
los obscenos crímenes.
Caídos son
los árboles y los hombres,
para formar
un solo río
de sabia y sangre.
Ciudad sitiada
en los cuatro
puntos cardinales
por una jauría insaciable,
buitres del erario,
hacedores de purulenta
corruptela,
culpable de todas
las muertes
que su gente llora.
El Tiempo
Entrega tu cuerpo a la metáfora
del tiempo, aquel mentiroso
que imprime el movimiento
en el espacio y aborta las
distancias.
Hace de la materia
un barril lleno con
el vino de los elementos,
el agua sutil enamorada
de la libertad,
la tierra sedienta
de su propia certeza,
el fuego que todo lo consume
y las ventiscas danzantes
del aire.
EL CAMPÍN
Cuando se abrió en pleno mediodía
el mismo portón de hace tantos años,
llegaron como tempestades
los recuerdos al centro del corazón
para no irse nunca.
Y sobre el camino de la entrada,
trazadas dos calzaditas con una melena de hierba
por la mitad y a los costados, viva
la fuerza de siempre esperanzada,
encontramos el mismo lugar, con el mismo cielo
azul y los pastos gigantes a lado y lado.
El mismo establo del ganado
y las porquerizas, las jaulas para las gallinas,
los ciruelos y los naranjos y los mandarinos,
el mismo río atrás de la cerca,
la misma casa pintada de azul celeste,
hecha por los Ángeles, con sus ventanas blancas.
Allí se atrapó el tiempo como si no pasara
y su tremendo poder sobre las cosas,
los techos, las ventanas y las puertas,
la mitad de un siglo azotándolas
sin piedad ninguna, como si no lo hiciera.
Cuidadas con un amor que no se acaba nunca,
que no murió jamás a pesar de
estar Benito y Emaluisa muertos,
aunque la verdad ellos no se fueron
porque todo en su perfecto sitio está:
la mesa del comedor,
el biffe,
las sillas, la salita con su tocadiscos,
las tardes domingueras,
los bambucos flotando por los
aires olorosos a fiesta campesina,
las noches decembrinas,
las voces de los rezos a Maria,
el furtivo beso que alguna ves
se robaran entre primos,
la pajita en boca,
la noche de juegos infantiles,
todo en su perfecto sitio está.
Los libros de Benito,
los machetes colgados,
la percha en la pared,
los sombreros,
la cama donde durmieron
durante cincuenta años
sus noches siderales,
la luna que no se apaga
y el eterno rumor del río
como un canto perenne,
la música cósmica,
la música de las esferas.
POEMA # 10
Dícese de la
mariposa que
en pleno vuelo,
con sus amarillas alas
desplegadas como
las velas de un barco
hacia el
naufragio,
encontró en
el sueño de
la oruga,
la esperanza
de una vida eterna,
no presintiendo entonces
al pico del pájaro vengador
quien
en pleno vuelo también,
caería con sus enormes alas
sobre la virtud misma de la
mariposa, devorándola
como colofón de un hambre
infernal,
tragándola
con su engullir
de ave rapaz.
Certero vuelo
sobre el vuelo
certero de la
mariposa,
vuelta crisálida
otra ves,
en el buche
del pájaro vengador.
Oswaldo Carvajalino Duque
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