Blog Post #2

28

Mayo


Por Raúl Sánchez Acosta

LEER ES UNA AVENTURA CREATIVA

La lectura, como dijo Jorge Luis Borges en una ocasión, es una de las formas de felicidad que tenemos los hombres. Leer es adentrarse en un mundo maravilloso donde la palabra, prestidigitadora, funge de partera de imágenes, de colores, sensaciones, ilusiones. Leer es un acto consciente o inconsciente de buscarle la otra cara al universo, entendiendo que es una conversación especial entre un creador y un recreador. Un acto comunicativo de participación espiritual, porque la conciencia asume su rol de descifrador de mensajes para valorarlos y validar la voluntad del ejercicio interpretativo que representa la lectura.

La prospección de la educación en Colombia, a partir de la formulación de la Ley General de Educación de 1994 y la reglamentación de algunos de sus artículos, apuntaba a reformular el ejercicio docente, desde su rol dentro del proceso educativo, por un lado; así mismo determinaba la necesidad de asumir actitudes de cambio estructural por parte de los actores del proceso, toda vez que se había reconocido un cúmulo de incongruencias sustanciales en los métodos educacionales aplicados, en la administración de recursos y en la definición del objeto - sujeto de conocimiento. Cabe reconocer que en el espíritu de la Ley reposa una elevada intencionalidad humanista que sobrepasa en alguna medida las condiciones asociadas a factores epistemológicos, de infraestructura y actitudinales del sector. Se precisa que el docente, el administrativo, el estudiante, el padre de familia y el Estado mismo, establezcan procedimientos, estrategias y sistemas operativos completos que hagan posible una adopción efectiva del concepto de cambio, objetiva y subjetivamente.

No obstante lo anterior, ha de rescatarse el sentido de la Ley en lo que atañe a la forma de abordar el espacio educativo, en la praxis, partiendo de la recomendación y direccionamiento de procesos formativos que se deslindan de los lineamientos curriculares por áreas diseñados por el Ministerio de Educación Nacional, que prescriben el uso de metodologías activas, participativas, implementando actividades que impliquen procesos de investigación y creación.

En este punto se exalta el elemento creativo como factor preponderante en la aprehensión del conocimiento, como acicate para la identificación del medio, del entorno, reconocimiento de los valores nacionales, regionales, sectoriales y la participación objetiva en la formulación de estrategias correctivas o mecanismos de acción hacia el desarrollo social, económico y cultural, y la transformación de las condiciones de vida del hombre y la mujer en Colombia.

La creatividad, es pues, un fenómeno de reinvención de condiciones para facilitar una mejor comprensión del mundo en que vivimos. El acceso al conocimiento se consigue con actitud positiva hacia el cambio. Y ese cambio, no es más que la toma de conciencia de la necesidad de asegurar la comunicabilidad como proceso social, histórico, inherente a nuestra condición humana. Los agentes educativos, no han entendido este hecho y se aíslan por temor a mostrar sus deficiencias o falencias.

Es aquí donde la lectura aparece con su connotación dialógica, social e histórica, al permitir el acceso al conocimiento, como medio a través del cual la creatividad oficia como puente entre el sujeto lector, el autor transmisor y el contexto cultural que engloban los mensajes comunicativos entre palabras, ideas y conceptos.

Motivar a la lectura es una labor difícil, pero no imposible, a pesar de que carecemos de una cultura lectora. La lectura es una aventura creativa que no hemos sabido entender y mucho menos hemos sabido transmitirla al alumno o al padre da familia quien también hace parte del proceso educativo.

Cuando abordamos un texto, aun a pesar de nuestra voluntad, realizamos un proceso de conversación, un acto comunicativo en que se asume una postura interpretativa permanente que implica una comprensión de mensajes, hechos, y procesos. Esa comprensión se da a partir del descubrimiento de ideas, de matices sígnicos valiosos para la formulación de un mapa conceptual en la mente, el cual conduce a la producción activa de otro mensaje configurado en imágenes acústicas, realidades verbales. Esto es, que una vez leído, movió nuestra voluntad hacia la participación de un proceso comunicativo, fuimos capaces de concebir otra realidad textual, de codificar mensajes haciendo uso de nuestra competencia lingüística (Chomsky, Noam, 1967)y valiéndonos de la capacidad interpretativa para dar forma creativa a otra idea, nuestra, personal. Por tanto, el acto creativo no surge en un nivel externo a la textualidad. Intrínsecamente, podemos crear textos de cualquier tipo, en el instante en que desciframos mensajes escritos, cuando hacemos comprensión de signos para trasladar los mensajes a nuestros propios niveles de expresión, acudiendo a procesos mentales como el análisis, la síntesis o la simple descripción.

El lenguaje, se dice que es una facultad enteramente humana, un privilegio que nos diferencia del resto de las especies. Son múltiples las facetas en que éste se suele presentar; sin embargo, desde el punto de vista lingüístico, es la capacidad de articular palabras, mensajes; hablar es lo que identifica al lenguaje como realización exclusivamente humana. Esta capacidad de comunicación a través de un lenguaje articulado, pot tanto, lo podemos apreciar como una facultad racional que nos permite relacionarnos, hacer vida social, comunicarnos.

Desde tiempos remotos, la humanidad ha entendido que es a través del lenguaje como se puede acceder a la vida. El lenguaje, en ese sentido, propiciaba al hombre primitivo la posibilidad de juntarse con otro, gritándole, llamándolo, asignándole un signo, un nombre; instándole para hacerse gregario y enfrentar peligros comunes ante bestias predadoras o a fenómenos naturales incomprensibles. Al socializar sus formas de expresión, sus lenguajes, establecieron acuerdos, convenciones que propiciaban asimismo la utilización de códigos. Así nacerían las primeras lenguas. Se formuló entonces la necesidad de buscar otras formas de expresión para interpretar sus preocupaciones, sus rutas de evasión, sus caminos de éxito. Nace la escritura, una forma alterna a la oralidad que acompañaría al hombre durante toda la aventura evolutiva de la historia, ampliando sus horizontes culturales, sus niveles de socialización y gregarismo.

Unida, concomitantemente a ese proceso de representación gráfica de sonidos, la lectura aparecerá como la forma de describir los signos escritos, como posibilidad de producir sonidos que corresponden con aquéllos. Pero leer no es sólo identificar el repertorio de signos que conforman un alfabeto y poder agruparlos en sílabas, frases, oraciones o párrafos; leer no es únicamente vocalizar grafemas. Leer es comprender, interpretar, descubrir, valorar el texto, reflexionar acerca de su sentido, interiorizarlo. Leer es apropiarse del significado y la intención de un mensaje escrito o signado. La lectura es una invitación a pensar, a observar el mundo desde otra perspectiva, a soñar otras posibilidades de entender el universo del que hacemos parte. Leer es una aventura estimulante a través de la cual nos convertimos en creadores de otros universos que transmiten una visión diferente del cosmos que nos llega en las palabras, en el texto. Leer es un acto de comunicación directo entre el autor y el manipulador del texto escrito.

En la escuela se nos ha enseñado a leer y a escribir, pero no se nos ha dicho cómo entender y para qué entender lo leído. La escuela debe replantear sus prácticas en el aula hacia la apreciación, cultivo y desarrollo de estas dos habilidades básicas comunicativas: la lectura y la escritura. Pero es a partir de la lectura como acto descriptivo, perceptivo, interpretativo y valorativo, como podemos llegar a reubicarnos en un plano eficiente para establecer verdaderos procesos comunicativos en el aula. Pues toda lectura, implica siempre un acto escritural.

La lectura, como acto creativo no debe formularse coercitivamente en la escuela. Ha de entenderse como un sueño, un acto de voluntad conducido por un orientador de caminos, un maestro que estimule e incite lúdiamente a la lectura como recreación, diversión, como fuente de conocimiento, como contingente dialógico y como una forma de acercanos a la felicidad.